De pronto en una vuelta inesperada, se encontraba la
tranquilidad absoluta de la ciudad. Las conversaciones de negocios llegaban
poco a poco del balcón cercano. La piscina, seca en su totalidad con algunas
hojas en su interior, dejaba en claro el fresco de la tarde. De todas maneras,
el lavacoches seguía en su importante labor. Lentamente un transeúnte que fácilmente
se ubicaría en la tercera edad, avanzaba recargándose en la pared. Los naranjos
daban el aroma a la escena entera. Sé exactamente a donde lleva esa calle, pero
no es un camino que quiera recorrer en este momento. Sigue haciendo algo de frío.
El encuadre que daba el espacio entre la calle y la banqueta
era apenas justo para todo lo que sucedía.