Mis manos las guardo porque tengo frío.


El café se ha demorado, la historia de siempre; afuera la tarde sigue común y corriente, mientras tú te quedas, yo salgo por un cigarrillo. la gente paseante me hace caras lascivas, debe tratarse del cabello que acostumbro llevar; mis zapatos han caído en un charco,  el humo me sale de golpe, la garganta hace gestos apenas perceptibles.
Unas cuadras abajo los chicos hacen grafitti, me miran por el rabillo del ojo con algo de desconfianza; mi cigarrillo se ha consumido. El viejo bar se encuentra cerrado, la puerta clavada, está abandonado. A unas dos casas hay tres policías que ríen y beben mientras  omiten mi presencia; sigo mi recorrido.
Es el tercer cigarrillo en lo que va del día; las nubes amenazan con cagarme la noche, mientras unos niños juegan en una fuente. He caído en cuenta de que no se en qué calle me encuentro.

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¿Entonces?