Calavín, calavera


Parece que me he extraviado de nuevo entre sonidos, humo y alcohol. Esta noche no me importa nada; no me importa, por ejemplo, la política actual que predomina en el país, ni de la política monetaria, no quiero hablar de la jodida ecología entre pseudo-intelectuales,  ni verme varado entre temas que ni siquiera tenía la certeza existieran. No señor. Hoy quiero ponerme hasta las chanclas, no recordar donde vivo, ni preocuparme por cómo llegaré a casa de nuevo; quiero escuchar a Lupita mientras hace su plática de rutina en la barra, escuchar a los chavos que cuentan su desmadre preparatoriano entre risas y humo, a los albañiles que con mochila al hombro llegan por la caminera antes de enfrascarse en la realidad, que ya en este punto está más cabrona que la resaca.
Pinche Lupe, nomás se la pasa recibiendo cumplidos de borachos mientras pasa las cervezas, ojalá algún día se dé cuenta de que afuera hay un mundo; puede que ya se haya dado cuenta y por eso este aquí, y yo diciéndole pinche Lupe; chingado, eso me pasa por prejuicicioso.
Lo mejor de este lugar, aparte de que siempre ponen los partidos, es la calma; los gays te dan tu espacio, las lesbianas no te tienen ganas, ni de chiste. No es que yo esté muy acá pero pues quien sabe. El único pedo que tengo con este lugar como siempre es saber cómo chingados voy  a pagar la cuenta.

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¿Entonces?