La vida misma

    Los hombres viven el día a día en el reto de no ser menos que los otros. No hay nada más impulsivo que un hombre respondiendo a la amenaza de ser «culo» si no hace lo mismo que los demás, no hay nada nuevo en esta frase, pero siempre hay una anécdota más que relatar. 
    Podría decir que eran sólo unas caguamas, pero eran unas caguamas junto a ellos dos. Esos dos tipos son la mamada, y perdonen el vulgar léxico que manejo, pero, ¿qué acaso hay algo más hermoso que la sinceridad de un borracho sentimental? No lo creo, si a caso, como dice el dicho, las verdades de un infante. Hacía viento y entre cada plática seria, un chiste mal hablado, una carcajada que equilibrara el putazo de pensar en una u otra vieja y, después, bocanadas de puros tabasqueños de sabor vainilla para disfrutar el ritual. 
    La noche era sincera con nosotros: nos dejaba decir lo que había que decir, nos dejaba fluir entre lo que tenía que seguir y, de pronto, ella se acercó. Ella, siempre ella, el pronombre maldito. Deseaba fumar y nuestros puros se extinguían, como la claridad de nuestros futuros inciertos, así eran de repentinos nuestros actos, nuestras deidades, nuestras reacciones de impresión total. Habíamos dicho la verdad que teníamos frente a la mesa: faltaba tabaco, nos sobraba el viento. Ella agradeció las bachas de puro y se fue entre corrientes de aire y el ruido citadino del lugar. «Ya prendió, ve llévaselo ¿o culo?». ¡Culo, culo, culo, culo! Hombres necios al sazón de la sed.
    El hombre se atrevió. Cadena de la vida misma.

Leave a Reply

¿Entonces?