Los habitantes

    ¿Puedes desaparecerme entre veinte millones de personas? 
    Eran las diez de la noche y estábamos en trance. Parecía extraño ese caminar entre calles tan antiguas, un raro vaivén en el que bailábamos como pubertos sin siquiera estar de pie, como dos adolescentes que disfrutan una noche y hablan sin pensar en el siguiente día, y digo parecía porque es lo que quiero pensar, es lo que mi mente mantiene como uno de los recuerdos más fuertes de nosotros. 
    El fresco de la ciudad reinaba y nos abarcaba frondosamente, invitándonos a prometer cosas que ahora se vienen a mi mente en la ducha, provocando una más de esas sonrisas incrédulas que disfruto dibujar. Cosas que no sé cómo reaccionen en tu mente, pero que pasaron como una más de las pendejadas que se empeñan en suceder y que trascienden y nutren la ciudad como nada en el mundo. Podría haberte matado si me lo hubieras pedido, podría haber bailado si me lo hubieras permitido, pude hacer todo lo que me imaginara pero me quedé a tu lado, en ese instante hervíamos más que la vieja México-Tenochtitlan.
    Quise salir a vivirte, hablarte y hacerte reír para luego llevarte a casa y tenderte en tu cama, como el cierre de una noche de locura y mis orines regiomontanos fluyendo en el centro histórico. ¿Puedes desaparecerme entre veinte millones de personas, puedes reemplazarme con un piel parda de uno sesenta? Conozco la respuesta. Buenas noches.

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¿Entonces?