Ruta norte

    ¿Quiénes son todas esas personas y por qué no te veo entre todas ellas? Juraría que eras las del suéter rojo que iba caminando hacia la estación del Metrobus de San Lázaro. Casi se lo juré al chofer, al señor del saco de tweed, al reflejo de mi triste rostro anunciándose nuevamente equivocado. Todos y cada uno de ellos me miraban queriendo decir «te creo», «te creemos, en verdad», tratando de hacerme sentir más tranquilo: terror al desquiciado que nunca falta en la ciudad, es re-conocido.
    Mi arribo es indiferente entre esos veintiun mil millones de personas, siempre mirando hacia abajo, hacia delante, mirando sin mirar. Somos (soy parte) la ciudad en donde todo y nada pasa, somos la historia que se cuenta y también la que no existe, la que nunca llegarás a conocer. La interminable serie de sucesos que se van sumando infinitamente, como la sucesión de Fibonacci: re-volviendo.
    Abro los ojos cada vez más grandes, sólo para asegurarme de que no voy a verte, sabiendo de antemano los lugares en donde puedo encontrarte, si así lo deseara. Me descubro como actor frente a la TAPO, señalando con el dedo algo que explicar a mi acompañante, quien me escucha entre atento y relajado, algún dato histórico que pienso con tu voz y reproduzco entre ruidos y sonidos que sólo aquí puedo encontrar, una amalgama que disfruto sentir entre tanto pensamiento que se crea y se destruye de acción y re-acción.
    Podría dejar de pensarlo, podría olvidar tu esencia cada que miro una chica distina, pero estoy aquí-acá-allá, enredado de sensaciones que se desembocan entre días remotos, experiencias vivas y canciones elegidas que llevo bajo la manga, asegurando jornada tras jornada el nuevo tropiezo como el pan de cada día. Y digo, nada volverá a pasar, nada de lo anterior se repetirá ni a mentadas de madre, ni con besos forzados, ni volviéndonos a encontrar, a re-conocer.
    Entonces voy, redescubriendo el centenar de hogares capitalinos sin porche, con esos portones espantosos que aislan al animal de la jungla, contrastantes a las hermosas banquetas en donde algún día caeré muerto de tanto volver. Es probable que sea hoy mismo, como puede que no, mientras me escapo del escape en el que habito, mientras me adentro cada vez más en la ansiedad plena de re-vivir.

Leave a Reply

¿Entonces?