Es el último día antes de tu llamada.
Cabizbajo y enredado en pensamientos —que van más allá de mi disposición sentimental—, me encuentro en el mismo lugar en el que charlamos aquella tarde lluviosa y extraña: síntoma incorregible de no percibir lo que somos, lo que fuimos y la sensación nada probable —posibilidad que no busco— de volvernos a encontrar.
Lo sé, es una prueba inminente de saberme perdedor entre el montón de situaciones que nos rodean —haciéndome responsable de la mayoría de las culpas—, como una especie de manda religiosa que tengo que cargar para sentirme más humano, así como también, procuro figurar la fatalidad que tus noticias tienen en mi como un mal disparador de malos humores en mis jornadas.
La humedad que me abarca me dibuja como un elemento extraño, un sujeto fuera de escena que se ha plasmado violentamente para destrozar la imagen, una imagen que anteriormente había sido un suculento acto de amor grotesco e impulsivo.
Estoy todavía aquí, escalando uno a uno los editados recuerdos mientras pierdo percepción de mis sentidos, olvidando las promesas y esos torpes besos que siguen siendo los mejores de mi repertorio. Es el último día antes de tu llamada y me estoy consumiendo entre un ataque de ansiedad reprimido y la enorme culpa de volver a perderte. «Probablemente no llames», me digo mientras termino de beber el agua de mi recipiente. «Seguramente todo te saldrá bien», continuo en ese diálogo efervescente que duele y acongoja. «Verás que todo es sólo una fase en donde pensarás mejor las cosas y, quizá, te aclararás de una vez por todas que nuestro camino se ramificó hace ya algún tiempo».
«Con un poco de suerte, mañana olvidarás llamarme», afirmo y prosigo: «recibirás la mejor noticia que pudieses esperar y todo será mejor que antes. Saldrás a bailar, a beber, a ligar y todo ese tipo de acciones que, sé, nos caerán de maravilla, y si a caso llegas a llamar, lo más probable es que me des las gracias por todo eso que siempre sueles mencionar. Por último, me pedirás que nos volvamos a cartear para saber al menos un poco el uno del otro y con gusto accederé, pero por amor, sé que nunca te voy a responder».
Se termina el día, hay que seguir.
never.
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