No hay mejor invitación a un lugar desconocido, que dos
paraguas rosas; fuera de los 6 metros cuadrados, que se encuentran abarrotados
de tela y algunas utilidades olvidadas, el color rosa parece el invasivo
primordial en todo este asunto. Aquí no hay nada para ti, ni para mí, ni para
cualquiera que pueda invertir más de 5 minutos en decidir qué es lo siguiente
en su lista de domingo. Podría gastarme mi tarde en la banca frente al local y
aun así no decidir del todo de que va este asunto. Más bien creo que es una especie de broma, porque ya
sabes lo que dicen, las mujeres
necesitan más de 6 metros cuadrados
cuando se trata de moda; en cambio, me tienes en menos de medio metro cuadrado
y sin interés alguno por la moda. El rosa me tiene atento, debe ser el rosa
mexicano, aunque a estas alturas, ya todo es rosa mexicano, incluido yo y el
vendedor de algodones que lleva un rato platicando con la dependienta.
Si a rosas vamos, el chico que suele estar hostigando cada
20 minutos a una pareja al azar, se ha detenido a comprar cigarrillos; parece
haber notado la presencia de otro hombre en este húmedo y rosado lugar. Entonces,
he de suponer que el lugar remite directamente a la presencia femenina, como
marcando un punto de poder, en medio del asfalto lleno de machismo; no tengo
muy en claro si el ser feminista va de la mano con la vanidad, pero mientras
termino de gastarme los últimos 20 minutos de la tarde, la dependienta prepara
su salida; del mismo modo, el vendedor de prepara su entrada, que supongo es una
especie de victoria sobre el feminismo, el capitalismo y los cuentos de hadas. El
local ha cerrado, los algodones son gratis.