McDonald's

De pronto toda la mesa se encuentra llena entre platillos y caras conocidas; hay algunos tipos de los cuales no tengo noción, siquiera idea remota de que es lo que hacen aquí. Luego hay preguntas, el interrogatorio de rigor con las clásicas excepciones, indirectas y momentos incómodos. No somos más viejos que ayer. Aquí no aplica esa basura pesimista, no hay momentos para debilidad del espíritu, no mientras las hamburguesas van brotando como retoños de entre las ramificaciones- mesa. Luego hay una fila de gente como con lamentos en los bolsillos, llenos de incredulidad, una especie de piloto automático. Un brinco desesperado entre ruidos de sillas y gente masticando con la boca abierta. El baño es otra historia, siempre lo es; con la manía que me cargo de visitar todos los baños del mundo, apenas y puedo notar que he confundido los géneros.

Su nombre es “peligro” lo dice entre risas y jalones inversos. No es la clásica situación de largarse de inmediato, más bien es una situación de rehenes, donde extrañamente juego ambos bandos. Ella también. En un momento de terrorismo premeditado el botón recorre lentamente su guía para con la puerta principal. No hay vuelta atrás. Nunca.


Alguien me da un golpe gentil en el hombro y caigo en cuenta que no he decidido siquiera levantarme del asiento. Las papas están heladas, el refresco caliente y la nieve… la nieve siquiera la he pedido. Alguien grita mi nombre, es alguien que no conozco, que no quiero conocer, ni ahora, ni nunca. 

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¿Entonces?