Somos amigos, güera, que ¿no? Era cuestión
de tiempo de que esto pasara y ya no lo podíamos esconder. Habíamos decidido
irnos a fiestear después de trabajar y sabes que todo eso iba a valer verga. No
recuerdo si lo habíamos planeado del todo, pero la idea de dirigirnos a
cualquier lugar mientras Mario no estuviese era algo que me excitaba cada que
pensaba en el hecho de tenerte al lado.
Eran cerca de las nueve de la noche,
recuerdo que era mi hora esperada en ese momento. Sabría decirte la verdad,
pero podría haber dicho mil mentiras y la mejor fue convencerte de que iríamos
a un lugar tranquilo, obviamente sin mencionarte a Andy hasta el momento en que
lo tuviéramos de frente. En fin, nos dirigíamos hacia el centro cuando recibí
la notificación de que tendríamos drogas al por mayor y, por ende, mis puertas
abiertas para esa oportunidad que tanto había estado esperando.
Nos dirigíamos entonces hacia el Chac Mol
que era donde nos encontraríamos con Andy. Admito en este momento que no pude contenerme,
pero dentro de mi conciencia el pensar en hablar contigo, el saber que puedo
alejarte de Mario me hace dudar, dudar de todo y querer escapar contigo. Claro,
las drogas harían que todo esto fuera más fácil y es ahí cuando Andy hace su
aparición, abriéndonos la entrada del Chac mientras nos ofrecía mota y ácido.
Recuerdo un momento, ahondando entre la
madrugrada y las dos tachas que había puesto en tu bebida, en donde lograba
rodear tu cuerpo entre caricias que se abalanzaban entre humo y risas que
sobraban al por mayor. Sin embargo, el hecho de acariciarte sin pudor alguno me
acercaba más a tu esencia, guera. Y seguro nos recuerdas ahí, entre un tumulto
vago de gente sin sentido y el candor que recreábamos en el lugar, sin importar
lo que Andy y los tipos que nos rodeaban pensaran. Todo en un momento en el que
nos dejamos llevar por el hastío mismo de vivir.